jueves, 22 de octubre de 2009

Los afortunados en el trabajo

Que la vida se nos complique por errores o descuidos propios es el pan de cada día, incluso algunos ya estamos acostumbrados a eso y simplemente nos reímos de nuestra torpeza o mala suerte. Pero cuando un buen día se viene abajo cortesía de un tercero eso si que saca de quicio, sin embargo he aprendido que por muy grande que sea la burrada del tercero debemos ayudar a que el problema se solucione ya que algún día nosotros podríamos ser el tercero; así que tratemos de ser parte de la solución y no un agravante del problema.

Sin embargo si descubrimos que los problemas no surgen por error del trabajador sino por pura mala suerte ¿qué hacemos si tenemos un salado en nuestro trabajo? En la mayoría de grupos trabajo el salado ya está identificado, algunos lo evitan para que no se les pase su suerte y otros entre risas lo ayudan.

El salado se convierte en todo un personaje de la oficina; hay infinidad de historias que cuentan durante el break, desde las graciosas hasta las que cuesta creer que son verdad. A pensar de su mala suerte persiste en el trabajo, tal vez no con mucho entusiasmo, pero sigue ahí ya sea porque quiere hacer las cosas bien pese a las complicaciones o porque ya se resignó a su suerte y trabaja como puede.

No sé si la solución para estas personas esté en algún amuleto o ritual de buena suerte, las cosas pasan y muchas veces no sabemos porque. Así que si eres el salado o alguna vez te toca serlo, paciencia y animo; mira el lado positivo te convertirás en un personaje dentro de tu empresa sin mucho esfuerzo.

lunes, 27 de abril de 2009

El mejor confabulador de todos los tiempos

Se dice que cuando el universo confabula no hay quien lo supere, las casualidades resultantes de ésta confabulación son de lo más interesantes y nunca dejan de sorprendernos.

Éste sábado pasado he sido víctima de la confabulación del universo; hace nueve años terminé el colegio y cada uno de mis compañeros de clase tomo su camino. Con tres de ellos había estudiado desde primero de primaria, nuestras madres son muy amigas y todos éramos considerados sobrinos de cariño. Los caminos de nosotros cuatro no se separaron mucho ya que estudiamos en la misma universidad pero en distintas carreras, aun así las visitas y reuniones iban disminuyendo con el paso de los años llegando a ser casi nulas cuando cada uno terminó la carrera y empezó a trabajar; digo casi nulas porque en la ceremonia de gradación de la universidad nos reunimos por última vez.

Han pasado un poco más de tres años desde aquella ocasión, en ese tiempo trabajé y saque mi titulo profesional. Éste sábado pasado fue la ceremonia de apertura del año académico donde se hace entrega de la insignia académica a los que se licenciaron. El evento por si solo ya generaba gran emoción en mí, sin embargo el nivel de emoción se salió de la gráfica al encontrarme con mis tres amigos de colegio. No podíamos creer que los cuatro nos estábamos licenciando al mismo tiempo, era como estar en la graduación del colegio de hace nueve años. Por cortesía del universo habíamos avanzado al mismo ritmo en nuestra carrera profesional y sin planearlo nos volvimos a juntar con motivos más que suficientes para celebrar.

En fin así da de vueltas la vida, quien sabe si de manera aleatoria o bajo el antojo de otro, vamos de un sitio a otro y pareciera que es muy complicada, pero en realidad es simple somos nosotros los que la hacemos complicada. Todo es cuestión de tomar decisiones, porque como bien he aprendido: “tomar una decisión no es un problema, sino es parte de la solución”. Que nuestros miedos o dudas no nos dominen al momento de decidir, tenemos que dejarlos a un lado y seguir avanzando. Tal vez sin saberlo avancemos al mismo ritmo de seres queridos que hace mucho que no vemos y el día menos pensado ese avance nos reunirá con ellos una vez más.